REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN
AÑO 5 NÚMERO 12 MAYO-AGOSTO DE 2003

CARTA DE LA DIRECTORA

Globalización y política

En el ámbito global, el final de la guerra fría determinó el predominio del capitalismo en el mundo, imponiendo una globalización de corte neoliberal que ha generado consecuencias muy contradictorias. El proceso de globalización se ha planteado con diferentes ritmos de instrumentación y de manera desigual en distintas zonas del planeta. Asimismo, como era de esperarse, los países más desarrollados han resultado altamente beneficiados, y muchos otros, la mayoría, han experimentado esta transformación como un proceso de deterioro progresivo. Por otra parte, al interior de cada uno de los países, algunos sectores han logrado progresos privilegiados mientras que otros que incluyen a la mayoría de sus habitantes, han resultado negativamente afectados.

En América Latina, el deterioro se había anticipado previamente con los problemas propios del subdesarrollo, sin embargo éste se ha agudizado sobre todo a partir de la década de los ochentas. En nuestra región, la sombra de desequilibrios progresivos se reflejó en los indicadores cada vez más alarmantes que mostraban deficientes niveles de salud, alimentación, y educación; en el desempleo creciente, la ausencia de ahorro interno, el atraso tecnológico, el incremento de la deuda externa, la ausencia de democracia y respeto a los derechos humanos, la corrupción, la desarticulación social, la destrucción ecológica entre muchos otros problemas.

Este cambio abrupto en la correlación de fuerzas en el ámbito internacional, tuvo como consecuencia que la globalización mundial de corte neoliberal apareciera como la única alternativa ideológica posible. Las opciones humanistas quedaron pasmadas y paralizadas y no han acertado a proponer alternativas viables. Terceras vías que más bien buscaban maquillar los quebrantos ocasionados por las nuevas circunstancias, resultaron ser pálidos planteamientos que en el fondo distraían con sus promesas, la visión de una propuesta objetiva de la problemática verdadera.

Sin dejar de reconocer los aspectos positivos que la globalización representa —como lo es la posibilidad de tener acceso a más mercados, la mayorcompetitividad que acrecienta la eficiencia productiva, el incremento mundial de bienes y servicios, precios más accesibles para muchos productos—, los aspectos adversos para los países en vías de desarrollo han resultado crecientes. El ritmo acelerado de su imposición ha generado que pequeñas y medianas industrias quiebren desarticulando las cadenas productivas; que la industria nacional se desvincule de la industria exportadora; que la especulación internacional de capitales signifique una carga enorme para la economía real; el distanciamiento creciente entre países por sus desiguales niveles y ritmos de crecimiento científico y tecnológico; desempleo, mayor desigualdad y muchos otros. En síntesis, un proceso en el cual la economía mundial predomina, y las sociedades locales se deterioran.

¿De qué manera se puede instrumentar un proyecto mundial que beneficie a muy pocos y sea inconveniente para las mayorías? Para que la economía predomine, es necesario trivializar la política.

Con la preeminencia de los medios masivos de comunicación, la mercadotecnia banal se ha convertido en la herramienta política por excelencia. Por razones objetivas que tienen que ver con la complejidad de la sociedad moderna, pero asimismo por el contexto jurídico que lo fomenta y legaliza, la política se ha convertido en un espectáculo caro que puede ser igualmente consumido. El inmenso costo económico de esta “moderna alternativa” ha ocasionado que en muchos sentidos, la democracia incremente su precio, y corra el riesgo de perder su valor, si no demuestra ser una forma de organización social y política que mejore los niveles de vida de los ciudadanos y cumpla con sus expectativas.

¿Para qué hacer política si la globalización impuesta lo que necesita son administradores? ¿De qué se puede convencer a un pueblo si de antemano no hay alternativas? ¿Para qué presentar ideas si el maquillado candidato puede ofrecer una engañosa imagen inventada por las encuestas? ¿Para qué vincular la democracia electoral con la democracia social, si los caros financiamientos de la democracia tienen otros intereses? ¿Por qué pensar que puede haber opciones en la política, si los partidos y los políticos se han encargado de desprestigiarla y presentarla como estéril?


No cabe la menor duda que resulta indispensable prestigiar la política como forma civilizada de organización social, y al mismo tiempo, lograr que la política pueda generar las instituciones que permitan a la sociedad el logro legal y legítimo de sus objetivos.

Es un hecho evidente que mientras exista pobreza, seguirán existiendo las ideologías. El aparente desmoronamiento de las grandes ideologías ha provocado el resurgimiento de nacionalismos radicales y exacerbados, fundamentalismos religiosos y luchas étnicas que por estar reprimidas se creían superadas. La pérdida de visión en el horizonte y la pérdida de utopías, ocasionan el resurgimiento de tendencias colectivas regresivas que deben ser cuidadosamente atendidas. De igual manera, la desigualdad más temprano que tarde genera conflictos que ocasionan la inviabilidad civilizada de la sociedad.

Dentro del contexto de la globalización, existe la responsabilidad de vincular nuestros propios intereses a los de todo el mundo. La experiencia nos ha demostrado que la única forma de estabilizar la economía en el largo plazo es ampliando el mercado interno. Los países que en esta época de estancamiento económico han logrado seguir creciendo y creando empleos son los que además de otros factores, tienen un mercado interno dinámico.

Por otra parte, no hay manera de transformar la realidad existente si no es a través de la política. En otras palabras, existe la necesidad de que los países se vinculen con la globalización logrando provecho propio. Solamente disminuyendo la desigualdad se logrará ampliar el mercado interno y aumentar los márgenes de maniobra para orientar el crecimiento. Y es a través de la política democrática, creando y respetando compromisos, que se podrá cambiar la situación anteriormente descrita. La verdadera política democrática no la hacen los medios de comunicación sin los pueblos. La alternativa es construir con un verdadero apoyo popular, un gobierno legítimo y democrático que instrumente una política de Estado que, sin desvincularse del pasado, y sin olvidar sus responsabilidades con las generaciones del futuro, conduzca el esfuerzo colectivo de las generaciones presentes a cumplir sus compromisos con la nación. Para ello, es necesario crear un gobierno legitimado en sus votos, sus acciones y sus resultados; que tenga la autoridad ética para sumar esfuerzos con el resto del mundo, con el fin de orientar el sistema económico internacional hacia un acuerdo con opciones más humanas y responsables.

La alternativa existe. La opción que se plantea desde la globalización impuesta ha generado conflictos innecesarios, por poner al ser humano al servicio de una economía que beneficia a unos cuantos; la otra opción, la verdadera, es que cada país cumpla con sus responsabilidades, para crear en un contexto internacional transformado, una sociedad más humana, con una economía que esté al servicio de los grandes procesos de transformación social que las naciones del mundo reclaman.


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