CARTA
DE LA DIRECTORA
Globalización
y política
En
el ámbito global, el final de la guerra fría determinó
el predominio del capitalismo en el mundo, imponiendo una globalización
de corte neoliberal que ha generado consecuencias muy contradictorias.
El proceso de globalización se ha planteado con diferentes
ritmos de instrumentación y de manera desigual en distintas
zonas del planeta. Asimismo, como era de esperarse, los países
más desarrollados han resultado altamente beneficiados,
y muchos otros, la mayoría, han experimentado esta transformación
como un proceso de deterioro progresivo. Por otra parte, al interior
de cada uno de los países, algunos sectores han logrado
progresos privilegiados mientras que otros que incluyen a la mayoría
de sus habitantes, han resultado negativamente afectados.
En
América Latina, el deterioro se había anticipado
previamente con los problemas propios del subdesarrollo, sin embargo
éste se ha agudizado sobre todo a partir de la década
de los ochentas. En nuestra región, la sombra de desequilibrios
progresivos se reflejó en los indicadores cada vez más
alarmantes que mostraban deficientes niveles de salud, alimentación,
y educación; en el desempleo creciente, la ausencia de
ahorro interno, el atraso tecnológico, el incremento de
la deuda externa, la ausencia de democracia y respeto a los derechos
humanos, la corrupción, la desarticulación social,
la destrucción ecológica entre muchos otros problemas.
Este cambio abrupto en la correlación de fuerzas en el
ámbito internacional, tuvo como consecuencia que la globalización
mundial de corte neoliberal apareciera como la única alternativa
ideológica posible. Las opciones humanistas quedaron pasmadas
y paralizadas y no han acertado a proponer alternativas viables.
Terceras vías que más bien buscaban maquillar los
quebrantos ocasionados por las nuevas circunstancias, resultaron
ser pálidos planteamientos que en el fondo distraían
con sus promesas, la visión de una propuesta objetiva de
la problemática verdadera.
Sin dejar de reconocer los aspectos positivos que la globalización
representa como lo es la posibilidad de tener acceso a más
mercados, la mayorcompetitividad que acrecienta la eficiencia
productiva, el incremento mundial de bienes y servicios, precios
más accesibles para muchos productos, los aspectos
adversos para los países en vías de desarrollo han
resultado crecientes. El ritmo acelerado de su imposición
ha generado que pequeñas y medianas industrias quiebren
desarticulando las cadenas productivas; que la industria nacional
se desvincule de la industria exportadora; que la especulación
internacional de capitales signifique una carga enorme para la
economía real; el distanciamiento creciente entre países
por sus desiguales niveles y ritmos de crecimiento científico
y tecnológico; desempleo, mayor desigualdad y muchos otros.
En síntesis, un proceso en el cual la economía mundial
predomina, y las sociedades locales se deterioran.

¿De qué manera se puede instrumentar un proyecto
mundial que beneficie a muy pocos y sea inconveniente para las
mayorías? Para que la economía predomine, es necesario
trivializar la política.
Con la preeminencia de los medios masivos de comunicación,
la mercadotecnia banal se ha convertido en la herramienta política
por excelencia. Por razones objetivas que tienen que ver con la
complejidad de la sociedad moderna, pero asimismo por el contexto
jurídico que lo fomenta y legaliza, la política
se ha convertido en un espectáculo caro que puede ser igualmente
consumido. El inmenso costo económico de esta moderna
alternativa ha ocasionado que en muchos sentidos, la democracia
incremente su precio, y corra el riesgo de perder su valor, si
no demuestra ser una forma de organización social y política
que mejore los niveles de vida de los ciudadanos y cumpla con
sus expectativas.
¿Para qué hacer política si la globalización
impuesta lo que necesita son administradores? ¿De qué
se puede convencer a un pueblo si de antemano no hay alternativas?
¿Para qué presentar ideas si el maquillado candidato
puede ofrecer una engañosa imagen inventada por las encuestas?
¿Para qué vincular la democracia electoral con la
democracia social, si los caros financiamientos de la democracia
tienen otros intereses? ¿Por qué pensar que puede
haber opciones en la política, si los partidos y los políticos
se han encargado de desprestigiarla y presentarla como estéril?
No cabe la menor duda que resulta indispensable prestigiar la
política como forma civilizada de organización social,
y al mismo tiempo, lograr que la política pueda generar
las instituciones que permitan a la sociedad el logro legal y
legítimo de sus objetivos.
Es un hecho evidente que mientras exista pobreza, seguirán
existiendo las ideologías. El aparente desmoronamiento
de las grandes ideologías ha provocado el resurgimiento
de nacionalismos radicales y exacerbados, fundamentalismos religiosos
y luchas étnicas que por estar reprimidas se creían
superadas. La pérdida de visión en el horizonte
y la pérdida de utopías, ocasionan el resurgimiento
de tendencias colectivas regresivas que deben ser cuidadosamente
atendidas. De igual manera, la desigualdad más temprano
que tarde genera conflictos que ocasionan la inviabilidad civilizada
de la sociedad.
Dentro del contexto de la globalización, existe la responsabilidad
de vincular nuestros propios intereses a los de todo el mundo.
La experiencia nos ha demostrado que la única forma de
estabilizar la economía en el largo plazo es ampliando
el mercado interno. Los países que en esta época
de estancamiento económico han logrado seguir creciendo
y creando empleos son los que además de otros factores,
tienen un mercado interno dinámico.
Por otra parte, no hay manera de transformar la realidad existente
si no es a través de la política. En otras palabras,
existe la necesidad de que los países se vinculen con la
globalización logrando provecho propio. Solamente disminuyendo
la desigualdad se logrará ampliar el mercado interno y
aumentar los márgenes de maniobra para orientar el crecimiento.
Y es a través de la política democrática,
creando y respetando compromisos, que se podrá cambiar
la situación anteriormente descrita. La verdadera política
democrática no la hacen los medios de comunicación
sin los pueblos. La alternativa es construir con un verdadero
apoyo popular, un gobierno legítimo y democrático
que instrumente una política de Estado que, sin desvincularse
del pasado, y sin olvidar sus responsabilidades con las generaciones
del futuro, conduzca el esfuerzo colectivo de las generaciones
presentes a cumplir sus compromisos con la nación. Para
ello, es necesario crear un gobierno legitimado en sus votos,
sus acciones y sus resultados; que tenga la autoridad ética
para sumar esfuerzos con el resto del mundo, con el fin de orientar
el sistema económico internacional hacia un acuerdo con
opciones más humanas y responsables.
La alternativa existe. La opción que se plantea desde la
globalización impuesta ha generado conflictos innecesarios,
por poner al ser humano al servicio de una economía que
beneficia a unos cuantos; la otra opción, la verdadera,
es que cada país cumpla con sus responsabilidades, para
crear en un contexto internacional transformado, una sociedad
más humana, con una economía que esté al
servicio de los grandes procesos de transformación social
que las naciones del mundo reclaman.
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